A primera vista se siente como toda América Latina los barrio están llenos de niños. Es un sábado por la tarde, y una docena de niños pequeños son sprawled en un patio, un gran lienzo de pintura. Otros corren libres a través de la plaza de un bloque de la zona que se asemeja a una ciudad de hacinamiento, con su comida y quioscos.
El sonajero tykes fuera de lo que para mí es lo mejor de su comunidad: el comedor, sus amigos, la comida, la pintura – y, para muchos, simplemente “viven con la madre.”
Sin embargo, en el interior de la Correccional de Mujeres de La Paz, Bolivia. Hay alrededor de 250 presos aquí – y también 100 niños. De hecho es el país de los calabozos de la casa de más de 1400 niños detrás electrificada, cerca cubiertos por debajo de las paredes y torres de vigilancia-escopeta.
Entre las madres de los prisioneros en la prisión de la mujer se encuentra el caso de Andrea Virginia Tapia, quien ha estado detrás de las rejas por un período de cuatro años y se espera que sea puesta en libertad el próximo año. (Ella no discutirá su delito.) “Sobre todo en esta vida, soy una madre”, dice Tapia, quien se encuentra en sus 30 años y es madre de siete hijos, cuatro de los cuales viven en la cárcel con ella.
Los otros tres viven con la madre de ella .”Ellos se comportan de lo mejor conmigo”, agrego también como a sus tres años de edad snuggles su hijo que aun esta de cuidado “,inconscientemente sin entender el l lugar en donde se encuentra.”