Los viejos adjetivos de “tiene un Potosí”, “tener un Potosí”, “esto vale un Potosí”, “ser un Potosí” o “valer un Potosí” vuelven a la memoria con nostálgicas evocaciones es cierto, pero también con un sentimiento solidario de adhesión y admiración.

Por ejemplo, se conoce muy poco que de la fama de este Potosí andino, privilegiado por la riqueza de plata de su secular montaña, hayan surgido tantos Potosí como veneración y ponderación a sus épocas de esplendor.

San Luis Potosí de México es su hermana menor en grandeza y resonancia. Después surgen muchos, muchísimos Potosí en o que hoy es Perú, Estados Unidos, Colombia, Nicaragua, Argentina…

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Los Potosí aparecían allí donde se daban aires y signos de riqueza.

La Enciclopedia Universal Ilustrada Europea-Americana Espasa-Colpe, en su edición 1973-1977 consigna nada menos que quince Potosí originados del renombre del Potosí Inmortal de esta topografía del rosicler apetecido y vanidoso, cuyo color rosado significa aurora o amanecer.

En España y Europa no irrumpió ningún sitio con el nombre de Potosí, pese a que su plata inundaba las arcas reales y de los banqueros flamencos, genoveses, alemanes, ingleses, franceses y holandeses.

El patrimonio natural es aquel que representa un gran valor físico, ecológico y paisajístico como las Islas Galápagos o las Cataratas del Iguazú, mientras el patrimonio cultural es aquel de trascendencia histórica o artística como Atenas, Potosí o Quito.

Patrimonio Natural y Cultural de la Humanidad es un lugar que aglutina la importancia de su significado físico y la preponderancia de su historia, pudiendo citar como ejemplo al Cerro Rico y la ciudad de Potosí.

Bolivia, aparte de la ciudad de Potosí y su Cerro Rico, tiene inscritos como patrimonio de la humanidad a la ciudad de Sucre y las Misiones Jesuíticas de la Chiquitanía en el Oriente.

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